La Revolución Ciudadana, un movimiento político que ha marcado la historia reciente de Ecuador, enfrenta una crisis interna que amenaza su estabilidad y futuro. Desde su auge bajo el liderazgo de Rafael Correa, el correísmo ha visto cómo sus bases se fragmentan y sus figuras más prominentes se distancian, generando un ambiente de incertidumbre y descontento. Este artículo explora las causas de esta crisis y sus implicaciones para el futuro del movimiento.
**Descontento y Fractura Interna**
La Revolución Ciudadana, que durante años fue considerada la fuerza política más poderosa del país, se encuentra en una encrucijada. La figura de Rafael Correa, quien fue el artífice de la unidad del movimiento, se ha convertido en un punto de discordia. A medida que varios líderes y militantes han comenzado a expresar su descontento, la cohesión del grupo se ha visto comprometida. La situación se ha intensificado tras las recientes elecciones, donde la candidata Luisa González no reconoció su derrota ante Daniel Noboa, lo que generó un gran revuelo dentro de la organización.
El exmandatario Correa ha mantenido un discurso de victimización, acusando a traidores y oportunistas de socavar el movimiento. Sin embargo, la realidad es que muchos de los que se han alejado del correísmo lo han hecho por desacuerdos con las decisiones y la dirección que ha tomado la cúpula, especialmente bajo la influencia de Correa. Sergio Peña, un legislador que ha expresado su inconformidad, ha señalado que la bancada de la Revolución Ciudadana se siente manejada de manera dictatorial, lo que ha llevado a un creciente descontento entre sus miembros.
La crisis no es nueva; desde 2017, el descontento ha ido en aumento. La falta de democracia interna, el autoritarismo y la ausencia de un liderazgo renovado han sido factores que han contribuido a la deserción de figuras clave. La situación se ha vuelto tan crítica que algunos militantes han llegado a bromear sobre la necesidad de quitarle el celular a Correa, sugiriendo que su influencia en las redes sociales ha exacerbado los problemas internos.
**El Efecto Cascada de las Deserciones**
La Revolución Ciudadana ha experimentado un efecto cascada en las bajas de sus filas. Desde que Lenin Moreno, el sucesor de Correa, comenzó a destapar casos de corrupción y a abrir investigaciones penales contra líderes del movimiento, la deserción ha sido constante. La falta de apoyo a las candidaturas y el manejo discrecional de las listas han llevado a que muchos militantes se sientan traicionados y abandonados.
Marcela Aguiñaga, una figura prominente dentro del correísmo, ha expresado su frustración al señalar que el movimiento se está diluyendo entre egos e imposiciones. Su alejamiento del partido se ha hecho evidente, especialmente después de que no se le considerara para la candidatura presidencial. Aguiñaga ha criticado abiertamente la insistencia de Correa y González en promover teorías de fraude electoral, lo que ha generado un distanciamiento con otros líderes locales que reconocieron la victoria de Noboa.
La expulsión de Sergio Peña por votar a favor de un proyecto de ley oficialista ha sido otro indicativo del clima de tensión dentro de la bancada. A pesar de que no fue el único en hacerlo, su expulsión ha dejado claro que el correísmo no tolera la disidencia. Este tipo de decisiones han llevado a que muchos se sientan atrapados en un sistema que no permite la crítica ni el debate interno.
La Revolución Ciudadana, que alguna vez fue un símbolo de cambio y esperanza para muchos ecuatorianos, ahora se enfrenta a un dilema existencial. La falta de renovación en su liderazgo y la dependencia de la figura de Correa han limitado su capacidad para adaptarse a un entorno político cambiante. Mientras otros movimientos emergen con nuevas propuestas y liderazgos, el correísmo se aferra a un pasado que ya no resuena con la mayoría de los votantes.
A medida que el descontento crece y las figuras clave se alejan, la Revolución Ciudadana debe enfrentar la dura realidad de que su futuro depende de su capacidad para renovarse y adaptarse a las demandas de una ciudadanía que busca cambios reales. La crisis actual es un reflejo de la lucha interna por el poder y la dirección, y si el correísmo no logra encontrar un camino hacia la unidad y la renovación, su legado podría desvanecerse en la historia política de Ecuador.