La Isla Santay, ubicada en el cantón Durán, ha sido un símbolo de abandono durante más de una década. Con una población de 320 habitantes, esta comunidad ha enfrentado la falta de servicios básicos, especialmente la electricidad, lo que ha llevado a sus residentes a vivir en condiciones precarias. Sin embargo, un nuevo proyecto gubernamental para dotar de energía eléctrica a la isla ha despertado la esperanza entre sus habitantes, quienes anhelan un cambio significativo en su calidad de vida.
La presidenta de la comunidad, Jenny Cruz, ha sido una voz activa en la lucha por mejorar las condiciones de vida en Santay. En sus palabras, «¿Tener luz después de 10 años? Estamos agradecidos con lo que nos pongan». Esta declaración refleja la resignación y la esperanza que sienten los isleños ante la posibilidad de recibir un servicio que consideran esencial. La falta de electricidad ha obligado a los residentes a depender de métodos rudimentarios de iluminación, como velas, y a restringir el uso de electrodomésticos básicos.
### La Realidad de la Isla Santay
La situación en la Isla Santay es alarmante. Las camineras que conectan la isla con Guayaquil y Durán están en un estado de deterioro extremo, lo que no solo dificulta el acceso a la isla, sino que también representa un peligro para los pocos turistas que aún visitan el lugar. La comunidad ha visto una drástica disminución en el turismo, pasando de recibir 100 visitantes semanales a apenas 10. Este abandono ha llevado a la población a vivir en condiciones de vulnerabilidad, donde la pesca, su principal fuente de ingresos, se ha vuelto cada vez más arriesgada debido a la presencia de piratas en la zona.
El agua potable es otro de los grandes problemas que enfrenta la comunidad. Los isleños consumen lo que se considera «el agua más cara del mundo», ya que deben contratar una gabarra para transportarla, lo que implica un costo elevado. El tanque elevado que abastece a la comunidad, donado hace 15 años, se encuentra en un estado deplorable y ya no puede cumplir con su función. La falta de atención por parte de las autoridades locales ha dejado a los habitantes de Santay en una situación crítica.
### Un Proyecto de Esperanza
A pesar de las adversidades, la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL) ha anunciado un proyecto para implementar un sistema fotovoltaico en la isla. Este sistema tiene como objetivo proporcionar energía eléctrica a las 56 viviendas de la comunidad, lo que representa una luz de esperanza para sus habitantes. La propuesta incluye la instalación de nuevos paneles solares, que serán más eficientes que los anteriores, y se espera que la ejecución del proyecto dure 200 días.
Jenny Cruz ha expresado su optimismo respecto a este nuevo proyecto, señalando que, aunque aún no se ha concretado la instalación del cableado submarino prometido, la llegada de los paneles solares es un paso positivo. «Ya se ha recibido la visita de Celec, estoy contento, porque se le está dando seguimiento a esa propuesta», comenta Cruz, quien ha sido una defensora incansable de los derechos de su comunidad.
La implementación de este sistema fotovoltaico no solo tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de los isleños, sino que también podría abrir nuevas oportunidades para el desarrollo social y económico de la comunidad. La CNEL ha reconocido que la falta de acceso a la electricidad limita significativamente las oportunidades de desarrollo, afectando aspectos esenciales como la educación y la atención médica.
La propuesta técnica de la empresa contratista, Espoltel, incluye baterías diseñadas para aplicaciones de descargas profundas, lo que garantizará un suministro de energía más estable y eficiente. La comunidad espera que este nuevo sistema no solo proporcione electricidad, sino que también contribuya a la seguridad y bienestar de sus habitantes.
La historia de la Isla Santay es un recordatorio de la importancia de la atención a las comunidades vulnerables y la necesidad de garantizar el acceso a servicios básicos. La lucha de los habitantes de Santay por la electricidad es un reflejo de la resiliencia y la esperanza que tienen en un futuro mejor. A medida que se avanza en la implementación del sistema fotovoltaico, la comunidad espera que su voz sea escuchada y que se les brinde el apoyo necesario para mejorar su calidad de vida y preservar su rica biodiversidad.