El pasado 18 de octubre, la explanada del Centro Comercial El Dorado se convirtió en el escenario de un evento que prometía ser inolvidable: el concierto de Cristian Castro. Desde antes de las cinco de la tarde, miles de fanáticos se agolpaban en las puertas, ansiosos por disfrutar de la música romántica del artista mexicano. Sin embargo, la noche estuvo marcada por una serie de contratiempos que pusieron a prueba la paciencia de los asistentes.
**Expectativas y Realidad: La Larga Espera**
La organización había anunciado que las puertas abrirían a las cinco, pero la realidad fue muy diferente. A medida que pasaban las horas, la frustración crecía entre los que esperaban en la fila. A las seis y siete de la tarde, solo se permitía el ingreso a quienes llegaban en vehículo, dejando a muchos a la intemperie y sin respuestas claras sobre cuándo podrían entrar. Las promesas de un inicio puntual se convirtieron en un eco lejano, y el humor de la multitud se tornó sombrío.
Finalmente, alrededor de las ocho de la noche, los asistentes comenzaron a ingresar al recinto, solo para descubrir que las primeras filas estaban desprovistas de mesas y sillas. La falta de preparación por parte de los organizadores se hizo evidente, y la decepción se apoderó de aquellos que esperaban una experiencia cómoda y bien organizada.
**Un Show que Superó el Caos**
A pesar de los problemas iniciales, la llegada de Cristian Castro al escenario fue un momento de euforia. Con una gran sonrisa y energía, el cantante comenzó su actuación con «Cuando me miras así», logrando que la angustia de sus seguidores se disipara momentáneamente. Sin embargo, los problemas técnicos no tardaron en aparecer. Desde las localidades más alejadas, comenzaron a escucharse quejas sobre la calidad del sonido, lo que llevó al artista a pedir que subieran el volumen. La distancia entre él y su público era palpable, lo que hizo que muchos se sintieran desconectados de la experiencia.
La situación se tornó aún más complicada cuando se permitió que el público se acercara al escenario. Aunque para algunos fue un alivio, para otros resultó ser un caos total. La marea humana que se abalanzó hacia el frente provocó empujones y caídas, dejando a varias personas golpeadas y atrapadas entre la multitud. Las barreras que se habían establecido para controlar el flujo de personas se convirtieron en un peligro, y la seguridad del evento se vio comprometida.
**La Magia de Cristian Castro**
A pesar de los contratiempos, la actuación de Cristian Castro fue digna de su estatus como estrella de la música. Con un repertorio que incluyó clásicos como «No hace falta», «Lloran las rosas» y «Lo mejor de mí», logró conectar con su público de una manera emotiva. La entrega del artista y su carisma hicieron que muchos olvidaran, al menos por un momento, las dificultades que habían enfrentado para llegar hasta allí.
Uno de los momentos más destacados de la noche fue cuando Cristian invitó al cantante local Giovanni a compartir el escenario para interpretar «Lloviendo estrellas». La combinación de sus voces fue un deleite para los presentes, y el homenaje a José José con «Buenos días amor» y «La nave del olvido» resonó en el corazón de los asistentes. La banda, que sorprendió al cambiar de género a cumbia, también contribuyó a la atmósfera festiva del evento.
El clímax de la noche llegó con la interpretación de «Azul», donde Cristian, con una bandera del equipo de fútbol Emelec en mano, saltó y animó a la multitud. Este gesto no solo mostró su conexión con el público ecuatoriano, sino que también evidenció su capacidad para transformar un evento caótico en una celebración de música y emociones.
**Reflexiones sobre el Concierto**
A pesar de los inconvenientes, muchos asistentes se marcharon con una sonrisa, recordando la magia de la música de Cristian Castro. La capacidad del artista para mantener la calma y ofrecer un espectáculo memorable, a pesar de los problemas, fue un testimonio de su profesionalismo y talento. La noche del 18 de octubre se convirtió en un recordatorio de que, a veces, la experiencia de un concierto va más allá de la perfección logística; se trata de la conexión emocional que se establece entre el artista y su público. Así, el caos y la magia se entrelazaron en una velada que, sin duda, quedará grabada en la memoria de quienes tuvieron la oportunidad de vivirla.